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Las fuentes antiguas le atribuyen ochenta títulos mientras que la enciclopedia Suda
añade otros diez. Posiblemente se le puedan atribuir unas ochenta y ocho obras, todas distribuidas en tetralogías compuestas por tres tragedias y un drama satírico. De todas ellas conocemos sólo siete tragedias completas y algunos fragmentos trágicos y de dramas satíricos de los que se conservan importantes fragmentos papiráceos como Mirmídones o Níobe.
Las obras conservadas de Esquilo son:
- Persas
, 472 a. C., primer premio.
- Siete contra Tebas
, 467 a. C., primer premio.
- Suplicantes
, 463? a. C., primer premio.
- Orestíada (Orestía, Orestea),
458 a. C., primer premio. Compuesta por Agamenón, Coéforos, Euménides.
- Prometeo encadenado
,?.
1. Persas.
La pieza se representó en el año 472 y tiene como argumento un acontecimiento de la historia contemporánea de Grecia, la batalla de Salamina y la victoria de los griegos sobre Jerjes y las tropas Persas. Se trata de la única tragedia griega de tema histórico conservada (ya Frínico había puesto en escena La toma de Mileto
y Fenicias
) y la más antigua de las tragedias griegas que nos han llegado completas.
En el drama de Esquilo destaca el estatismo de la acción y la configuración arcaica de los caracteres, prevaleciendo las narraciones y los lamentos sobre las secciones dialogadas. Las partes corales son mucho más extensas que en dramas posteriores, todos ellos rasgos que evidencian el carácter arcaico de esta tragedia estrenada sesenta años después de que se instauran los festivales dramáticos y treinta después de que Esquilo comenzara su actividad como poeta trágico. No obstante, otras características, como la construcción dramática de la obra sobre un acontecimiento que está por venir y el itinerario hacia la catástrofe, revelan ya la capacidad de Esquilo para la creación de la acción dramática.
El núcleo central de la obra es el elogio de Atenas contraponiendo el mundo griego, en el que destaca la idea de la sophrosyne
, al Persa que, representado en la figura de Jerjes, se caracteriza por la hybris
, la desmesura que termina con el reino medo. Sin embargo, la obra no está construida como una mera glorificación de Atenas. Esquilo elige el escenario de Susa de manera que al presentar el dolor de los Persas, al construir el personaje de Atosa, la reina sufriente, y al hacer aparecer la sombra del querido y respetado rey Darío, se subordine la glorificación de Atenas al dolor de los vencidos y mediante este contraste trágico se subraye la desgracia del género humano cuando está poseído por la hybris propiciando la reflexión sobre el desastre de la guerra y las fatales consecuencias de la desmesura.
2. Siete contra Tebas
Constituye la tercera tragedia de la trilogía formada por Layo, Edipo
y el drama satírico Esfinge
, representada en el año 467 a. C. El tema de la trilogía era el destino de los Labdácidas a lo largo de tres generaciones. En el drama conservado se representa el enfrentamiento de Etéocles y Polinices por el gobierno de Tebas. El espacio dramático se sitúa en Tebas, asediada por el ejército de Polinices. La tragedia se desarrolla desde la perspectiva única de Etéocles que reina en Tebas. También esta tragedia, como la anterior, es fundamentalmente estática y como la anterior está representada por dos actores únicamente.
La tragedia se construye sobre una serie de discursos en los que el mensajero cobra un importantísimo protagonismo. Tras las noticias sobre la llegada del ejército enemigo y la descripción de los siete guerreros apostados en cada una de las puertas de Tebas, Etéocles dispone a los Tebanos para enfrentarse a la lucha, entre ellos se cuenta él mismo que hará frente a Polinices. De este modo Esquilo, de nuevo, crea la tensión dramática previa a la catástrofe que llegará también narrada por el mensajero a las mujeres tebanas. Con la victoria, llega también la desgracia, ambos hermanos han perecido frente a las puertas de Tebas. Así, el coro de mujeres tebanas llora la caída de todo un linaje con la muerte de Etéocles y Polinices.
Los manuscritos presentan 118 versos más donde aparecen las hijas de Edipo, Antígona e Ismene lamentando el desastre junto al coro y a continuación aparece un heraldo que anuncia la prohibición de sepultar el cadáver de Polinices por haberse convertido en enemigo de su patria y la oposición de Antígona a esta decisión. Algunos críticos consideran que estos versos son un añadido posterior que tuvo lugar tras el éxito de Antígona de Sófocles estableciendo una relación con la misma, pero existe una parte de la crítica que argumenta la legitimidad de estos versos.
La tragedia está, como ya la consideraron en la antigüedad, “llena de Ares” pero también ofrece, por primera vez, un protagonista individual que representa, como algunos estudiosos han querido ver, el ideal guerrero de los héroes combatientes en Maratón. La tragedia, como subraya el coro en los versos finales, presenta a dos jóvenes que pagan una culpa no cometida, expresando con ello el horror y la piedad que procede del inexorable cumplimiento de la justicia divina y la reflexión sobre el destino de la humanidad para la que el presente y el futuro depende fuertemente de los sucesos del pasado.
3. Suplicantes
El hallazgo de un papiro de Oxirrinco provocó que se tuviera que reconsiderar la cronología de esta obra, considerada hasta entonces la más antigua de las conservadas debido al arcaísmo aparente de su forma y contenido. En el papiro se lee que Esquilo venció con una trilogía formada por Suplicantes, Egipcios
y Danaides
y el drama satírico Amímone,
quedando Sófocles en segundo lugar. Teniendo en cuenta la presencia de Sófocles, que representó por primera vez alcanzando la victoria en el año 468 a. C., esta trilogía esquilea tuvo que representarse en fecha posterior. En la actualidad, la mayoría de los críticos retrasan la fecha de la obra basándose en estos datos. En la tragedia se representa la llegada a Argos de las cincuenta hijas de Dánao que huyen de Egipto porque se niegan a contraer matrimonio con sus primos, los cincuenta hijos del rey Egipto, hermano de Dánao, el padre de las jóvenes. El protagonismo de la obra lo asume el coro de las cincuenta Danaides que está en todo momento en el centro de la acción, lo que provocó, en parte, que se considerara la obra más arcaica de lo que en la actualidad parece suponerse. La aparición de sólo dos actores y la rigidez de las partes dialogadas apoyan la hipótesis del arcaísmo de la pieza.
La obra presenta a Pelasgo, rey de Argos, a quien piden protección las Danaides, ante una difícil situación que da forma ya al dilema trágico al que se verán abocados los héroes más destacados de los dramas griegos: Por una parte se ha de respetar el derecho de asilo de las suplicantes, protegido por Zeus, “Protector de suplicantes”, pero por otro ha de evitar una guerra cuyas consecuencias pueden ser desastrosas para su país contra los Egipcios. Las suplicantes ante la indecisión de Pelasgo amenazan con el suicido en el altar lo que causaría un míasma para la ciudad, por lo que, finalmente, el rey las acogerá tras haber consultado con la asamblea del pueblo. Los cantos de esperanza y alegría de las Danaides ante la noticia de que serán protegidas por Pelasgo se ven interrumpidos por la noticia de la llegada de los Egipcios que, por la fuerza, quieren raptar a las jóvenes, como se representa con la llegada del mensajero y su violenta reacción en contra de las Danaides. La obra concluye con un canto de gratitud de parte del coro y con la aparición de un segundo coro que aconseja a las Danaides seguir los designios de Afrodita.
Las suplicantes muestra rasgos más evolucionados que las dos obras anteriores: la aparición de la asamblea popular o la concentración del dilema trágico en un único personaje son algunos de ellos. Esta obra era la primera de la trilogía, en la segunda, tenía lugar la derrota de los Argivos y la muerte de Pelasgo por lo que las Danaides eran obligadas a casarse con sus primos de los que se vengaban matándolos la noche de bodas. Todas, menos Hipermestra, que salva a su esposo Linceo del que se ha enamorado. De su progenie nacerá Heracles. En la tercera de las obras las Danaides se veían obligadas por orden de Afrodita a casarse con los Argivos que vencían en las pruebas atléticas. En la obra se representaba el juicio de Hipermestra que era finalmente absuelta. Conservamos un fragmento de tradición indirecta donde Afrodita concluye celebrando la necesidad cósmica de Eros, el poder del amor y el de la propia diosa.
Así se concluye la trilogía con el canto al poder de la divinidad y la afirmación de un principio superior. La acción de la divinidad se refleja en este caso no en el ciclo de generaciones sucesivas, sino en los acontecimientos sucedidos a una única generación.
4. La Orestíada
(Orestía,
Orestea
): Agamenón, Coéforos
y Euménides
La única trilogía que conservamos completa se representó consiguiendo la victoria en el año 458 a. C. Se trata, en palabras de Rodríguez Adrados, de una “trilogía ligada”, típica de la creación dramática de Esquilo, como hemos podido comprobar, en la que un mismo argumento mítico se desarrolla a lo largo de las tres tragedias. Estos tres dramas ponen en escena el retorno de Agamenón tras la guerra de Troya y su muerte a manos de su esposa Clitemnestra; la venganza de los hijos de Agamenón, Electra y Orestes, sobre su madre y, finalmente, la persecución de Orestes por las Erinies y la absolución por parte del tribunal ateniense del Areópago, instituido por Atenea.
En esta trilogía resulta fundamental la consideración de dos acontecimientos que, si bien no forman parte de la acción dramática, están continuamente presentes y determinan el desarrollo de la misma predestinando a Agamenón a la desgracia: por una parte, los hechos sangrientos que azotaron a la familia del rey desde el enfrentamiento de su padre, Atreo, y su tío, Tiestes. Atreo asesina a los hijos de Tiestes ofreciéndoselos en macabro banquete. Por su parte, el propio rey sacrificó a su hija, Ifigenia, en Áulide, para que las tropas griegas obtuvieran los vientos favorables negados por Ártemis y pudieran partir hacia Troya. Además, durante toda la obra, sobre todo en la primera de las piezas, se pone de manifiesto que el rapto de Helena por parte de Paris no justifica la destrucción sin medida de los griegos en Troya que les llevará a su vez a ellos mismos a la ruina.
- Agamenón
La primera escena del Agamenón de Esquilo presenta el palacio de los Atridas donde se desarrollará la acción dramática de la pieza. Clitemnestra ha ordenado a un vigía que aguarde la señal ígnea que avise de la caída de Troya y del retorno de Agamenón, en el momento del prólogo de la pieza el vigía avista la señal y da la noticia a la reina, a partir de este momento comienza la acción dramática. La párodo del coro resulta especialmente importante puesto que en ella se exponen los antecedentes y las consecuencias de la guerra de Troya y el sacrifico de Ifigenia por parte de Agamenón, desde este momento el coro recuerda una y otra vez que la justicia de Zeus habrá de cumplirse, elevando un canto a esta divinidad que garantiza el cumplimiento de la ley que asegura el conocimiento a través del sufrimiento (τῷ πάθει μάθος
).
En el Agamenón
de Esquilo se configura un grandioso perfil de Clitemnestra enfrentada al coro de ancianos, en primer lugar, y a su esposo a continuación. La versatilidad de la heroína y su capacidad para fingir empujada por la necesidad la convierten en uno de los personajes mejor delineados de toda la literatura dramática griega. La llegada de Agamenón y la simbólica escena de la alfombra roja sobre la que la reina quiere que éste entre al palacio, el kommós
de Casandra con el coro, su visión de la muerte futura y el enfrentamiento de la princesa troyana con la reina griega se suceden a continuación. Tras escucharse los gritos de Agamenón herido mortalmente dentro del palacio, Clitemnestra sale de nuevo a escena, reconociendo ahora su acción criminal que ha sido realizada en nombre de la justicia. Hacia el final de la pieza, cuando la reina ha de enfrentarse de nuevo a los reproches de los ancianos, llega Egisto, ausente durante todo el desarrollo dramático, que anuncia que con la muerte de Agamenón se ha cumplido también la venganza por la muerte de sus hermanos, asesinados por Atreo, padre de Agamenón, y ofrecidos en banquete macabro a Tiestes, hermano de Atreo y padre de Egisto. El coro concluye la pieza dando con sus versos amenazantes paso al siguiente drama.
- Coéforos
Siete años más tarde tiene lugar la acción de la segunda tragedia de esta trilogía. Orestes, hijo de Agamenón y Clitemnestra, había sido alejado de palacio años atrás, y ahora vuelve a Argos, enviado por el oráculo de Apolo, para vengar la muerte de su padre. En palacio se encuentra Electra, princesa de Argos e hija de Agamenón y Clitemnestra, que desde el asesinato de su padre sólo vive esperando el día de la venganza. Orestes llega con Pílades, su fiel amigo hijo de Estrofio quien se ha ocupado de su cuidado durante los años en la Fócide. De palacio salen un grupo de mujeres en procesión que llevan ofrendas a la tumba de Agamenón, pues Clitemnestra ha tenido una visión onírica que la atormenta. Electra acompaña a este grupo de esclavas de las que toma el nombre la tragedia: Coéforos, portadoras de libaciones. Orestes que ha llegado de incógnito a Argos se presenta ante Electra y tras una escena de reconocimiento entonan junto al coro un canto de súplica a su padre muerto para que les socorra en su empresa. Tras ello Orestes irá en busca de Clitemnestra a la que se enfrentará tras un engaño en el que la hace creer que su hijo está muerto.
Clitemnestra manda llamar a Egisto que será asesinado por Orestes dentro del palacio. A continuación tiene lugar el enfrentamiento entre madre e hijo en el que Clitemnestra descubre el pecho que crió a su hijo pidiendo compasión, gesto con el que consigue por un momento hacer dudar a Orestes de la necesidad del cumplimiento del oráculo. Será Pílades quien pronuncie una sola frase recordando a su amigo la voluntad divina y Orestes entra en palacio y ejecuta también a Clitemnestra. Se ha cumplido el matricido, la cadena de crímenes continúa ante un coro que canta a la justicia que restablezca el orden en la casa de los Atridas.
- Euménides
En la tercera de las tragedias Orestes aparece en Delfos para invocar la ayuda de Apolo, pues está siendo atormentado por las Erinies, divinidades ctónicas, vengadoras de la madre y, por lo tanto, defensoras de Clitemnestra. Apolo aparece ante Orestes y le pide que se vaya a Atenas donde la diosa protectora de la ciudad lo salvará. En Atenas, ante el templo de Atenea, tiene lugar el juicio de Orestes ante el consejo del Areópago. Apolo se encarga de la defensa del joven mientras que las Erinies proceden con la acusación. Se trata de juzgar la conveniencia de un crimen teniendo en cuenta la inviolabilidad del matrimonio o los lazos de sangre que unen al hijo con su madre. Tras la argumentación de ambas partes, los jueces proceden a la votación cuyo resultado es la igualdad de votos a favor y en contra del hijo matricida. De este modo Atenea con su voto a favor del joven absuelve a Orestes y aplaca la ira de las Erinies que no admiten la violación de la ley que impone la venganza sobre quien no ha respetado los lazos de la sangre. Finalmente Atenea convence a las Erinies de que depongan su ira y les promete que formarán parte del culto de los dioses protectores de Atenas. Tras aceptar, la tragedia concluye con una procesión de las Erinies, convertidas en Euménides hacia su nuevo lugar en la ciudad de Atenas.
La trilogía de la Orestíada
ofrece, sin duda, una magnífica síntesis del pensamiento religioso esquileo, heredado de la tradición de Hesíodo y Solón, y plantea de modo excepcional el conflicto que tiene lugar en el seno de la tragedia en el momento en que el héroe lleva a cabo un acto de violencia, no exento de ὕβρις
, aunque ordenado por la divinidad, y con él se convierte en culpable de una acción criminal que deberá pagar generación tras generación. El conflicto que presenta esta trilogía se hace patente en cada uno de sus episodios, mostrando, además, el carácter polisémico del teatro esquileo en su plena madurez, un teatro que reflexiona sobre el ser humano y sus actos, la relación entre la divinidad y los hombres, la fuerza del génos
, las leyes y el funcionamiento de la polis
y muchos otros aspectos.
5. Prometeo encadenado
Se trata de una tragedia con un carácter diferente del resto, tanto en relación a la lengua –carente de la sublimidad de otros dramas esquileos- como por su dramaturgia, lo que ha provocado que parte de la crítica haya dudado de la paternidad esquilea. Tanto desde el punto de vista del contenido como desde el punto de vista estructural Prometeo Encadenado
sorprende al lector de Esquilo quien no ha de olvidar, no obstante, la capacidad de éste para innovar tanto en lo que respecta al contenido como a la forma de sus tragedias.
La tragedia nos ha llegado entre las obras de este autor lo que demuestra que en la antigüedad no había duda de su paternidad. En ella Prometeo que había robado el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres es castigado y encadenado a una roca del Cáucaso por el dios Hefesto, asistido por Kratos y Bia (Poder y violencia) donde un águila cada día le devora el hígado. Prometeo permanece apresado a la roca y allí recibe la visita del coro de las Oceánides, de Océano y de Io, e incluso de Hermes, que le ofrecen sus consejos y le intentan persuadir para que obedezca a Zeus, que aparece como un dios tirano, en oposición al Zeus del resto de las tragedias de Esquilo en las que, como ya hemos apuntado, se trata del garante de la justicia. Con la conclusión de la obra llega el castigo final y Prometeo será hundido en el abismo junto al coro de Oceánides por la ira de Zeus.
El mito de Prometeo tiene una larga tradición, desde Hesíodo, pero Esquilo será el primero que presente al Titán como sufridor de las iras de Zeus y benefactor del género humano a quien ayuda a través de la cultura, perfil que perdurara en la recreación de esta figura a lo largo de la historia de la literatura y las artes.
Gilbert Murray consideró a Esquilo “creador de la tragedia”, pues con él el género alcanza su madurez tanto en lo que se refiere a la forma como en lo que respecta al contenido, estableciendo las características generales de este género. La composición de sus trilogías, en muchos casos “ligadas”, el modo de presentar en ellas el conflicto trágico, la atención a la lengua y al estilo y el papel protagonista que otorga al coro portador de las ideas que el autor quiere transmitir en muchas de las ocasiones e impulsor de la reflexión sobre los grandes temas que la tragedia transmite y, al mismo tiempo, personaje activo en el drama, le hacen merecedor de la consideración de Murray. Aristóteles, en su poética afirma que es el autor con quien la tragedia alcanzó su naturaleza específica (1449a) añadiendo que nuestro autor fue el primero que introdujo un segundo actor y dio protagonismo al diálogo restándoselo al coro.
Uno de los rasgos característicos del teatro de Esquilo es la doble perspectiva de tradición, arcaísmo y modernidad que en él se refleja. Como señala F. Rodríguez Adrados se trata de un teatro de ideas en el que los rasgos arcaicos aparecen en los recuerdos de antiguos rituales, las apariciones de ultratumba o los corales de corte ritual. El extenso papel protagonista del coro en sus obras, sobre todo en aquellas más antiguas, el uso de refranes, de elementos astróficos, la presencia de la divinidad y su papel, así como la preponderancia de la situación frente a la acción y la estructura dramática en la que alrededor de un único protagonista aparecen otros personajes y el coro son signo de su arcaismo.
En cuanto a la modernidad en su dramaturgia hay que destacar, como ya hemos indicado, la introducción del segundo actor, la caracterización de sus personajes y la configuración del héroe trágico. Además, con la Orestíada, la más moderna de las piezas conservadas, observamos ya el uso de un tercer actor, la estructura más flexible con relación al resto de las obras y el sistema de escenas y encuentro de personajes más complejo a través de una técnica dramática más evolucionada.
El teatro de Esquilo pone de relieve temas como la herencia de la culpa y el poder del γένος
, la presencia de Zeus como dispensador de justicia o el aprendizaje a través del dolor. En sus obras, Esquilo vuelve una y otra vez a examinar las actuaciones humanas en relación con la divinidad, la responsabilidad individual frente al determinismo teológico. Debate con insistencia sobre la escena temas referidos al comportamiento humano, a la ὕβρις
que lleva al hombre a la desgracia y a la justicia divina que castiga a quienes no controlan los límites de su comportamiento. La diferencia con la concepción arcaica es que la divinidad no castiga a los hombres de modo arbitrario, sino que este castigo responde a la ejecución de un acto equivocado, la ἁμαρτία
de los seres que en su ceguera pierden el sentido de la medida y de la prudencia. Por ello el hombre a través del dolor llega al conocimiento, aprende los límites dentro de los cuales ha de actuar y es enseñado a obrar con sabiduría.
Sobre todo este problema humano existe un garante máximo de justicia que es Zeus. La religiosidad de Esquilo ofrece a sus obras una idea de justicia divina rectora y organizadora de la comunidad que ha de aplicar las normas por las que se organiza la vida del hombre. En las piezas de Esquilo se adivina una esperanza de armonía entre lo divino y lo humano y de superación de los conflictos que refleja, sin duda, el espíritu de la democrática Atenas victoriosa tras el azote de las guerras Médicas. La actualidad política no está ausente de la obra esquilea, pero no aparece como programa de adhesión a una u otra postura, sino como motivo de reflexión sobre el modo de obrar de aquellos que tienen en sus manos el manejo de la polis ofreciendo a través de la narración mítica un modo de reflexión sobre su mundo contemporáneo.
Por lo que respecta a la lengua, el estilo de Esquilo se caracteriza por la magnificencia que se muestra en la formación de nuevos términos o en el uso de compuestos inusitados. Quintiliano lo define como “sublimis et gravis et grandilocus saepe usque ad vitium, sed rudis in plerisque et incompositus
” (Institutio Oratoria 10, 1, 66) y ya Aristófanes, en Ranas
, se refiere sus grandilocuentes compuestos y califica al autor de ἐριβρεμέτας
, “altisonante”, un apelativo que en Homero aparece referido a Zeus, afirmando que Esquilo fue el primero en adornar la expresión trágica κοσμήσας τράγικον λῆρον
(1004-1005). En sus obras muestra un magistral dominio del léxico y su uso de la metáfora ha sido objeto de numerosos estudios por parte de la investigación actual. En los cantos corales abundan el léxico religioso y ritual, el uso de términos homéricos y, en definitiva, un estilo y un vocabulario arcaizante que contribuyen a dotar de grandeza al elaborado estilo del autor.
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