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Gustaba extrañamente Pericles de este filósofo, y penetrado de su doctrina sobre los meteoros y de su metafísica sublime, no solamente adquirió, como era natural, un ánimo elevado y un modo de decir sublime, puro de toda chocarrería y vulgaridad, sino que con su continente inaccesible á la risa, con su modo grave de andar, con toda la disposicion de su persona, imperturbable en el decir, sucediera lo que sucediese, con el tono inalterable de su voz, con todas estas cosas sorprendia maravillosamente á todos. Estuvo en una ocasion un hombre malvado é insolente todo el dia, y lo aguantó, aun en la plaza, miéntras tuvo que despachar los negocios que ocurrieron: á la tarde se retiraba tranquilo á casa, y aquel hombre se puso á seguirle, vomitando contra él toda suerte de dicterios: llegó á casa cuando ya habia oscurecido, y mandó á un criado que tomase un hacha, y fuese acompañando á aquel hombre hasta su posada. El poeta Ion dice que el trato de Pericles era arrogante y soberbio, y que á lo jactancioso se reunía en él cierta altivez y desprecio de los demas; y celebra á Cimon de atento, de afable y de festivo en las concurrencias; pero sin hacer caso de Ion, que al modo que en la representacion trágica, quiere que tambien en la virtud haya su poquito de sátira, á los que á la gravedad de Pericles le daban el nombre de arrogancia y soberbia, los exhortaba Zenon á que ellos tambien se mostraran orgullosos por aquel término, para que la ficcion de lo bueno engendrara en sus ánimos, sin que lo echasen de ver, recta imitacion y costumbre.
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