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Mas su disfavor en las cosas públicas iba á durar breve tiempo, habiendo la muchedumbre depuesto con aquella demostracion el encono, como si dijésemos el aguijon; en las domésticas es en las que tuvo más que padecer, ya á causa de la peste, por la que perdió á muchos de sus familiares, y ya á causa de la indisposicion y defeccion de los propios, que venía de mas léjos. Porque el mayor de sus hijos legítimos, Jantipo, que por índole era gastador, y se habia casado con una mujer jóven y esplendorosa, hija de Isandro el de Epiluco, llevaba á mal el arreglo del padre, que no le daba sino corlas asistencias y por plazos. Dirigiéndose por tanto á uno de sus amigos, tomó de él dinero como de órden de Pericles; mas éste, cuando aquél lo reclamó despues, hasta le movió pleito; y Jantipo, indignado todavía mas con este suceso, desacreditaba á su padre: primero divulgando con irrision sus ocupaciones domésticas, y las conversaciones que tenía con los sofistas; y que con ocasion de que uno de los combatientes en los juegos habia herido y muerto involuntariamente con un dardo un caballo de Epitimio de Farsalia, habia malgastado todo un dia con Protágoras en examinar si sería el dardo, ó el que le tiró, ó los jueces del combate á quien conforme á recta razon se diese la culpa de aquel accidente. Además de esto, dice Estesimbroto que fué el mismo Jantipo quien esparció entre muchos la calumnia acerca de su propia mujer, y que hasta la muerte le duró á este mozo la disension irreconciliable con su padre: porque murió Jantipo, habiendo enfermado de la epidemia. Perdió tambien entónces Pericles á su hermana, y á los más de los clientes y amigos que le eran de gran auxilio para el gobierno. Con todo, no desmayó, ni decayó de ánimo con estas desgracias, ni se le vió lamentarse, ocuparse en las exequias, ó asistir al entierro de alguno de sus deudos ántes de la pérdida de su otro hijo legítimo Paralo. Consternado con tal golpe, procuró, sin embargo, sufrirlo en fuerza de la costumbre, y conservar su grandeza de ánimo; pero al ir á poner al muerto una corona, á su vista se dejó vencer del dolor hasta hacer exclamaciones y derramar copia de lágrimas; no habiendo hecho cosa semejante enloda su vida.
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