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Rindiéndose los Samios al noveno mes, Pericles arrasó las murallas, les tomó las naves, y les impuso grandes contribuciones, de las cuales parte pagaron inmediatamente, y por el resto, habiéndoseles fijado plazo, entregaron rehenes. Duris de Samos habla de estos sucesos en sus tragedias, acusando de gran crueldad á los Atenienses y á Pericles, cuando nada han dicho de tal crueldad ni Tucidides, ni Eforo, ni Aristóteles; y áun parece que no se ajusta á la verdad cuando dice que á los comandantes y marineros de los Samios los condujo á la plaza de Mileto, y los tuvo atados á unos maderos por diez dias, y al cabo de ellos, hallándose ya en malísimo estado, los hizo matar, rompiéndoles á palos la cabeza, y sus cadáveres los arrojó insepultos. Duris, pues, que áun cuando no media ofensa suya particular, suele exagerar siempre sobre la verdad, aquí parece que quiso agravar mucho los malos de su patria con calumnia de los Atenienses. Pericles, vuelto á Atenas despues de domada Samos, hizo muy solemnes exequias á los que habian muerto en aquella guerra; y pronunciando su elegía, como es costumbre, á la vista de los sepulcros, mereció grande aplauso. Cuando bajó de la tribuna las demas mujeres le tomaban la mano, y le ponian coronas y cintas como á los atletas vencedores; pero Elpinice, poniéndosele al lado: «Maravillosos son, le dijo, oh Pericles, y dignos de coronas estos sucesos, pues que nos has perdido á muchos y excelentes ciudadanos, no en una guerra centra los Fenicios ó los Medos, como mi hermano Cimon, sino asolando una ciudad aliada y de nuestro origen.» Dicho esto por Elpinice, se cuenta que Pericles sonriéndose le respondió tranquilamente con este verso de Arquiloco:
Estás ya vieja para usar de ungüentos.
Despues de esta victoria sobre los Samios dice Ion que estaba lleno de orgullo, porque Agamenon habia necesitado diez años para tomar una ciudad bárbara, y él en nueve meses habia reducido á los primeros y más poderosos de los Jonios; y en verdad que no era injusto este engreimiento, porque esta guerra fué de gran incertidumbre y muy peligrosa, si, como dice Tucidides, estuvo en poco el que la ciudad de Samos despojara del imperio del mar á los Atenienses.
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