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Universidad de Murcia
Tragedias - Ifigenia en Aulide

 

Clitemnestra

De buen agüero creo tu acogida benévola y la dulzura de tus palabras, y abrigo la esperanza de traer á esta novia haciabodas felices... [610] Sacad del carro los presentes que ofrezco de dote á la joven, y llevadlos con cuidado a la morada. Deja tú también el carro, ¡oh hija! y posa en tierra tu pie débil y deli­cado. Vosotras, jóvenes, recibidla en vuestros brazos y apeadla del carro. ¡Déme también la mano una de vosotras para ayu­darme á bajar! ¡Pónganse otras delante del yugo, [620] que son es­pantadizos los ojos de los caballos, y no se los calma con la voz! Coged al niño Orestes, hijo de Agamenón, porque todavía es muy pequeño. ¿Te has dormido, niño, con el movimiento del carro? Despiértate felizmente para las bodas de tu hermana. Como también tú eres bien nacido, vas á aliarte con un hom­bre ilustre, con el hijo, ígual á los Dioses, de la hija de Nereo. [630] ¡Ponte junto a mí, que soy tu madre, Ifigenia, hija mía! ¡tén­ganme por dichosa estas extranjeras al verte de pie á mi lado! Vamos, saluda á tu padre.

 

Ifigenia

¡Oh madre, no te irrites! Corro á apretar mi corazón contra el corazón de mi padre.

 

Clitemnestra

¡Oh tú que eres venerable para mí, rey Agamenón! sin tar­danza acudimos á tu llamamiento.

 

Ifigenia

[640] Y yo, ¡oh padre! al acudir á ti, quiero apretarme contra tu corazón después de tanto tiempo, porque deseo gozar de tu vista. No te enfades por ello.

 

Agamenón

Satisface tu gusto, ¡oh hija mía! porque siempre has que­rido á tu padre mucho más que los otros hijos que he engen­drado.

 

Ifigenia

¡Oh padre, con cuánta alegría vuelvo á verte después de tanto tiempo!

 

Agamenón

Y á mí me pasa igual. También yo siento cuanto dices.

 

Ifigenia

¡Salve! Bien has hecho, padre, al pensar en llamarme jun­to áti.

 

Agamenón

No sé si debo afirmarlo ó negarlo, hija.

 

Ifigenia

¡Ay! ¡Con qué semblante tan inquieto me miras, aunque parecías tan dichoso por volver á verme!

 

Agamenón

Un rey estratega tiene numerosas preocupaciones.

 

Ifigenia

Entrégate á mí por entero en este momento, y no pienses en tus preocupaciones.

 

Agamenón

Pues contigo estoy por entero, y no en otra parte.

 

Ifigenia

No frunzas el ceño, y toma una actitud alegre.

 

Agamenón

¡Sea! Me alegro de verte, hija, y poco importa la manera que tenga de alegrarme.

 

Ifigenia

[650] ¡Y sin embargo, derramas lágrimas de tus ojos!

 

Agamenón

Porque pronto estaremos separados por una larga ausencia.

 

Ifigenia

No sé qué dices, no lo sé, ¡oh queridísimo padre!

 

Agamenón

Cuanto mas sensatamente hablas, más me compadezco de ti.

 

Ifigenia

Diré entonces cosas insensatas, si de ese modo consigo ale­grarte.

 

Agamenón

¡Oh Dioses! No puedo callarme. Apruebo tu conducta.

 

Ifigenia

¡Oh padre! quédate en tu morada con tus hijos.

 

Agamenón

En verdad que así lo deseo; pero me aflige lo que no puede hacer mi voluntad.

 

Ifigenia

¡Perezcan las lanzas y los males que proceden de Menelao!

 

Agamenón

¡Perderán á otros los que me han perdido!

 

Ifigenia

[660] ¡Cuánto tiempo has estado en este retiro de Aulide!

 

Agamenón

Y ahora aún me detiene algo que impide que parta el ejército.

 

Ifigenia

¿Dónde dicen que habitan los frigios, padre?

 

Agamenón

¡Allí donde pluguiera á los Dioses que nunca hubiese habi­tado Páris, hijo de Príamo!

 

Ifigenia

¿Vas entonces a navegar lejos, padre, y á abandonarme?

 

Agamenón

También vendrás tú ¡oh hija! adonde vaya tu padre.

 

Ifigenia

¡Ah! ¡Pluguiera á los Dioses que fuese conveniente para ti y para mí que me llevases contigo!

 

Agamenón

¡También tu irás adonde has de acordarte de tu padre!

 

Ifigenia

¿Navegaré con mi madre ó partiré yo sola?

 

Agamenón

Sola, separada de tu padre y de tu madre.

 

Ifigenia

[670] ¿Me enviarás a otra morada, padre?

 

Agamenón

No hables de eso. Las jóvenes no deben saber esas cosas.

 

Ifigenia

¡Date prisa á volver de entre los frigios, tras de lograr la victoria, padre!

 

Agamenón

Antes es preciso que haga yo aquí un sacrificio.

 

Ifigenia

Pero tienes que preparar con los sacrificadores cosa tan sagrada.

 

Agamenón

Yalo sabrás, porque estarás junto al recipiente de agualustral.

 

Ifigenia

¿Formaremos, pues, coros en torno al altar, ¡oh padre!?

 

Agamenón

¡Cuán feliz eres por no saber nada! Pero ve á la morada, á fin de que te vean las jóvenes, después de darme tu mano y un beso amargo, [680] ya que tanto tiempo has de estar alejada de tu padre. ¡Oh seno, oh mejillas, oh cabellos rubios! ¡Cuánto dolor nos cuestan la ciudad de los frigios y Helena! Me callo. De mis ojos corren lágrimas al besarte. Entra en la morada.

 

Agamenón

Te ruego que me dispenses, hija de Leda, si me he enter­necido demasiado al dar mi hija á Akileo. Afortunada es, en verdad, esta separación; pero siempre entristece á un padre [690] entregar sus hijos a una familia extraña, después de criarloscon tantos trabajos.

 

Clitemnestra

No soy indiferente hasta ese punto, y creo que tambiénsufriré, sin que me veas, cuando conduzca á la joven a las bo­das; pero la costumbre y el tiempo mitigarán nuestras penas. Sé el nombre de aquel a quien das tu hija; pero también deseo saber de qué raza es y de qué país.

 

Agamenón

Egina fué hija de Asopo.

 

Clitemnestra

¿Quién de entre los mortales ó de entre los Dioses se casó con ella?

 

Agamenón

Zeus. Y engendró á Eaco, príncipe de Enone.

 

Clitemnestra

[700] ¿Y qué hijo de Eaco heredó sus moradas?

 

Agamenón

Peleo. Y Peleo se casó con la hija de Nereo.

 

Clitemnestra

¿De conformidad ó contra la voluntad de los Dioses?

 

Agamenón

Zeus lo permitió. Y se la dió quien podía hacerlo.

 

Clitemnestra

¿Dónde se casó con ella? ¿En las olas del mar?

 

Agamenón

En la venerable cima del Pelios, donde habita Kirón.

 

Clitemnestra

¿Allí donde dicen que habita la raza de los centauros?

 

Agamenón

Allí celebraron los Dioses con festines las bodas de Peleo.

 

Clitemnestra

¿Fué educado Akileo por Tetis ó por su padre?

 

Agamenón

Por Kirón, para que no aprendiese las malas costumbres de los hombres.

 

Clitemnestra

[710] ¡Ah! ¡sabio maestro, seguramente, y más sabio aún quien le escogió!

 

Agamenón

Ese será el marido de tu hija.

 

Clitemnestra

No es de despreciar. Pero ¿en qué ciudad de la Hélade habita?

 

Agamenón

Junto al río Apidano, en las fronteras de la Ftia.

 

Clitemnestra

¿Y se llevará allí á nuestra hija virgen?

 

Agamenón

Eso es cosa suya cuando se case con ella.

 

Clitemnestra

¡Sean, pues, felices! Pero ¿qué día se casará con ella?

 

Agamenón

Cuando vuelva el ciclo propicio de Selene.

 

Clitemnestra

¿Has sacrificado ya á la Diosa las víctimas iniciales de lasbodas de tu hija?

 

Agamenón

Las sacrificaré. Ya me ocupo de eso.

 

Clitemnestra

[720] ¿Y celebrarás luego el festín nupcial?

 

Agamenón

Cuando haya sacrificado las victimas que debo ofrecer á los Dioses.

 

Clitemnestra

Pero ¿dónde celebraremos el festín de las mujeres?

 

Agamenón

Aquí, junto á las naves argianas de hermosas popas.

 

Clitemnestra

Está bien y es necesario. ¡Tenga todo buen fin!

 

Agamenón

¿Sabes lo que hay que hacer, mujer? Sigue mi consejo.

 

Clitemnestra

¿Qué? Tengo costumbre de obedecerte.

 

Agamenón

Nosotros... Allí donde está el esposo...

 

Clitemnestra

¿Sin la madre, vais á hacer lo que tengo que hacer yo?

 

Agamenón

Casaremos á tu hija en medio de los Danaidas.

 

Clitemnestra

[730] ¿Y dónde debo estar yo mientras tanto?

 

Agamenón

Parte para Argos, y ten cuidado de las vírgenes.

 

Clitemnestra

¡Abandonar á mi hija! ¿Quién va á llevar la antorcha, pues?

 

Agamenón

Yo llevaré la antorcha de los esposos.

 

Clitemnestra

No es esa la costumbre, aunque á ti te parezca igual.

 

Agamenón

No está bien que te mezcles con la multitud armada.

 

Clitemnestra

Pero sí está bien que yo, como madre, conduzca a mi hija ásus bodas.

 

Agamenón

Ni que tus hijas permanezcan solas en la morada.

 

Clitemnestra

Bien guardadas están en seguro gineceo.

 

Agamenón

¡Obedece!

 

Clitemnestra

¡No! ¡Por la Diosa reina de los argianos! [740] Ve á ocuparte de las cosas de fuera. Yo me ocuparé de las cosas domésticas, de lo que concierne á las bodas de las jóvenes.

 

Agamenón

¡Ay! me ha engañado mi esperanza, y en vano traté de alejar á mi mujer de este espectáculo. Pongo enjuego astucias, tiendo celadas á los que me son caros, y soy vencido en todos sentidos. Sin embargo, voy á interrogar a Calcas el adivinador acerca de lo que quiere la Diosa, de lo que es un tormento para la Hélade y una calamidad paramí. Es preciso que el hombre sabio tenga en sus moradas [750] una mujer dócil y buena ó que no alimente á ninguna.

 

El coro

Estrofa

¡Verá el Simois y sus remolinos de plata el ejército reunido de los helenos! Verá Ilios y la tierra de Febo, donde dicen que Casandra, adornada de una corona de verde laurel, esparce sus rubios cabellos [760] cuando se apoderan de ella las inspiracio­nes fatídicas del Dios.

 

Antistrofa

Estarán los troyanos en las ciudadelas de Troya y en torno a las murallas hasta que Ares armado de bronce, llevado en las naves espolonadas, arribe, a fuerza de remos, á las orillas del Simois, [770] queriendo arrancar de Príamo y traer á la tierra de la Hélade á Helena, hermana de los Dioscuros, con ayuda de los escudos y las lanzas de los acayanos.

 

Epodo

Tras de envolver en la guerra sangrienta á Pérgamo, ciu­dad de los frigios, y á sus torres de piedra; tras de arrancar de los troncos muchas cabezas y destruir de arriba á abajo la ciudad de Troya, hará llorar abundantemente á las hijas [780] y á la mujer de Príamo. Y también Helena, hija de Zeus, llorará abundantemente por haber abandonado á su marido. Nunca suceda nada de eso ni oigamos yo ó los hijos de mis hijos que las ricas mujeres lidias y las esposas de los frigios dicen entre sí, [790] tejiendo tela: «¿Quién me arrancará de mi patria saqueada, arrastrándome lamentablemente por mis hermosos cabellos, á causa tuya, hija del cisne orgulloso de su largo cuello, si es verdad la fama de que Leda te concibió de un ave en que se había transformado Zeus? ¿O acaso han esparcido este rumor, sin fundamento y temerariamente, entre los hombres las fá­bulas escritas [800] en las tabletas de las Piérides?»

 

Akileo

¿Dónde está el estratega de los acayanos? ¿Cuál de los ser­vidores le dirá que le busca á las puertas Akileo, el hijo de Peleo? Porque no estamos en condiciones iguales á las orillas del Euripo. Los unos, sin casar aún, permanecen aquí en la playa, dejando sus moradas desiertas; los otros tienen mujeres é hijos: tan violento es el deseo que por esta expedición se ha apoderado de la Hélade, no sin la voluntad de los Dioses. [810] Por lo que á mi derecho respecta, debo hablar yo. ¡Hable por sí mismo, como mejor le parezca, cada uno de los demás! Porque, después de abandonar Farsalia y á Peleo, soy detenido por los débiles vientos del Euripo, reteniendo á los mirmidones, que me apremian sin cesar y dicen: «Akileo, ¿á qué esperamos? ¿Por cuánto tiempo hemos de retrasar todavía nuestra navega­ción hacia Troya? Haz lo que tienes que hacer, ó reconduce el ejército al país sin aguardar á las dilaciones de los Atreidas.»

 

Clitemnestra

¡Oh hijo de la Diosa Nereida! [820] he oído tu voz y he salido de las moradas.

 

Akileo

¡Oh pudor venerable! ¿Quién es esta mujer que veo y que brilla con tanta belleza?

 

Clitemnestra

No me asombra que no me conozcas, pues no me habías visto aún. Alabo, no obstante, lo que respetas el pudor,

 

Akileo

¿Quién eres? ¿Por qué vienes al ejército de los Danaidas, mujer, en medio de hombres portadores de escudos?

 

Clitemnestra

Soy hija de Leda, mi nombre es Clitemnestra, mi marido es el rey Agamenón.

 

Akileo

Bien y brevemente has dicho lo que correspondía; [830] pero no es conveniente para mí hablar con mujeres.

 

Clitemnestra

¡Quédate! ¿Por qué huyes? Une tu mano a la mía, como feliz comienzo de alianza nupcial.

 

Akileo

¿Qué dices? ¿Darte yo mi mano? Tendría que temer á Aga­menón, si tocase lo que no me esta permitido tocar.

 

Clitemnestra

Claro que está permitido, ya que vas á casarte con mi hija, ¡oh hijo de la Diosa marina Nereida!

 

Akileo

¿De qué bodas hablas? En verdad que estoy asombrado, mujer, á menos que hables así por error.

 

Clitemnestra

En la naturaleza de los hombres esta el ser reservados cuando ven amigos nuevos ó [840] cuando se habla de bodas por celebrar.

 

Akileo

Jamás he buscado á tu hija, mujer, y los Atreidas no me han hecho la menor indicación matrimonial.

 

Clitemnestra

¿Qué es esto, entonces? Puedes asombrarte de mis palabras, que también las tuyas me sorprenden.

 

Akileo

Indaga. En interés de ambos está indagar esto, porque á ambos se nos ha engañado con palabras falsas.

 

Clitemnestra

¿Habrán obrado insultantemente para conmigo? Parece ser que me ocupo de bodas que no existen. Estoy avergonzada.

 

Akileo

Acaso haya jugado alguien contigo y conmigo; [850] pero no te apures y sopórtalo desdeñosamente.

 

Clitemnestra

¡Salve! ¡Ya no puedo mirarte cara á cara, después de la mentira en que he tomado parte y del ultraje que me han hecho!

 

Akileo

Y yo te respondo lo mismo. Voy á buscar á tu marido en estas moradas.

 

El anciano

¡Oh extranjero, nieto de Eaco, quédate! ¡Oh! ¡quedaos, hijo de una Diosa, y tú, hija de Leda!

 

Akileo

¿Quién me llama entreabriendo la puerta? ¡Con qué voz tan turbada me llama!

 

El anciano

Un esclavo. No me doy este nombre por insolencia; no me lo permite el destino.

 

Akileo

¿De quién eres? No eres mío. Nada en común poseemos Agamenón y yo.

 

El anciano

[860] Pertenezco á la que se yergue ante las moradas. Me dió á ella su padre Tindareo.

 

Akileo

Henos aquí. Di, si quieres, por qué me has detenido.

 

El anciano

¿Estáis solos de verdad ambos, en esta puerta, ante estasmoradas?

 

Akileo

Puedes hablar, que estamos solos; pero sal de la morada real.

 

El anciano

¡Oh fortuna, y tú, providencia mía, salvad á los que quiero salvar!

 

Akileo

Esas palabras presagian un momento peligroso é indican cierto temor.

 

Clitemnestra

¡He aquí mi mano! No tardes, si quieres decir algo.

 

El anciano

¿Sabes quién soy y cuán fiel á ti y á tus hijos?

 

Clitemnestra

Sé que eres un antiguo servidor de mis moradas.

 

El anciano

¿Y que el rey Agamenón me ha recibido como parte de tudote?

 

Clitemnestra

[870] Conmigo viniste á Argos, y siempre fuiste mío.

 

El anciano

Así es. Te soy afecto, pero menos á tu marido.

 

Clitemnestra

Descubre por fin lo que quieras decirnos.

 

El anciano

Tu hija... ¡El padre que la ha engendrado quiere matarla con su propia mano!

 

Clitemnestra

¡Cómo! Me dan horror tus palabras, ¡oh anciano! ¡Estás loco!

 

El anciano

¡Hiriendo con la espada la blanca garganta de la desdi­chada!

 

Clitemnestra

¡Oh! ¡Infeliz de mí! ¿Acaso está demente mi marido?

 

El anciano

Goza de razón, aunque no en lo referente á ti y á tu hija. En esto carece de razón.

 

Clitemnestra

¿Por qué causa? ¿Qué demonio funesto le impulsa?

 

El anciano

El oráculo, como dice Calcas, á fin de que el ejército parta...

 

Clitemnestra

[880] ¿Adónde? ¡Ah, desventurada de mí! ¡Desventurada también de aquella á quien su padre quiere matar!

 

El anciano

Hacia las moradas de Dardano, con objeto de que Menelao recupere á Helena.

 

Clitemnestra

¿Acaso ha decretado el destino que el regreso de Helena dependa de la muerte de Ifigenia?

 

El anciano

Ya lo sabes todo. Su padre debe sacrificar tu hija á Arte­misa.

 

Clitemnestra

Pero ¿á qué obedece ese pretexto de las bodas, que me ha traído de Argos?

 

El anciano

Al objeto de que trajeses de buen grado á tu hija, para casarla con Akileo.

 

Clitemnestra

¡Oh hija, has venido á morir, y tu madre también!

 

El anciano

Ambas sois muy desdichadas, y Agamenón se atreve á co­meter un acto horrible.

 

Clitemnestra

¡Estoy perdida, infeliz de mí! Ya no pueden retener suslágrimas mis ojos.

 

El anciano

Siempre es cruel para una madre llorar por verse privadade sus hijos.

 

Clitemnestra

[890] Pero ¿cómo sabes lo que dices, ¡oh anciano!?

 

El anciano

Iba yo a llevarte otras cartas después de las que ya se te habían escrito.

 

Clitemnestra

¿Prohibiéndome ú ordenándome traer á mi hija para morir?

 

El anciano

Con objeto de que no la trajeras. Porque en aquel momento no estaba demente tu marido.

 

Clitemnestra

Si me llevabas esas cartas, ¿cómo no me las entregaste?

 

El anciano

Me las arrebató Menelao, que es el autor de estos males.

 

Clitemnestra

Ya lo oyes, ¡oh hijo de la Nereida, oh hijo de Peleo!

 

Akileo

Oigo que eres una desgraciada; pero no soporto con pacien­cia lo que en esto me concierne.

 

Clitemnestra

Matarán a mi hija después de engañarnos con pretexto de tus bodas.

 

Akileo

Estoy iracundo contra tu marido, y no lo soportaré así como así.

 

Clitemnestra

[900] Ciertamente, no me avergonzaré de arrojarme á tus rodillas, pues soy mortal y tú hijo de una Diosa. ¿De qué, en efecto, voy á estar orgullosa? ¿O por quién haré más esfuerzos que por mi hija? ¡Pero, oh hijo de una Diosa, ven en ayuda de mi desgracia y de la que ha sido llamada tu esposa, vanamente sin duda, pero á la que yo he traído coronada como tal, y á quien conduzco ahora á la muerte! Sería para ti una vergüenza no socorrerla. Porque, ya que no te hayas unido á ella con bodas, has sido llamado, por lo menos, el caro marido de la desdi­chada virgen. ¡Por tu mentón, por tu mano, por tu madre, te lo suplico! [910] Tu nombre me ha perdido; es preciso que venga ahora en mi ayuda. No tengo otro altar donde refugiarme que tus rodillas, y no está junto á mí ningún otro amigo. Te has enterado del designio cruel y horrible de Agamenón, y como ves, yo, mujer, vengo en medio de una armada naval sin freno, pronta al mal, pero también al bien cuando quieren. ¡Si te atreves á protegerme con tu mano extendida, estamos salva­dos! ¡si no, estamos perdidos!

 

El coro

Terrible es parir, y el arriesgarlo todo por los hijos consti­tuye un gran deseo común á todas las madres.

 

 


 
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Ifigenia en Aulide

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