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Además, si el sabio debiera irritarse contra las acciones vergonzosas, si debiera conmoverse y entristecerse por todas las maldades, nada habría más amargo que la sabiduría: toda su vida pasaría entre la ira y la tristeza. ¿Habrá algún momento en que el sabio no vea cosas censurables? Siempre que salga de su casa tendrá que atravesar entre multitud de malvados, avaros, pródigos, libertinos, contentos todos con sus vicios: en ninguna parte fijará los ojos sin encontrar algo que les indigne. No podrá bastar él solo si ha de ejercitar su ira siempre que las circunstancias lo exijan. Esos millares de litigantes que desde el amanecer corren al Foro, ¿qué infames procesos promueven, y por medio de qué abogados más infames aún? Uno acusa los rigores paternales como si no fuese bastante haberlos merecido; otro pleitea contra su madre; éste se hace delator de un crimen de que públicamente le acusan; aquél, elegido por juez, condena los delitos que acaba de cometer, y simpatiza la multitud con la mala causa, merced á las bellas palabras de un orador. Pero ¿á qué descender á detalles? Cuando hayas visto el Foro ocupado por la multitud, inundado el recinto del Campo de Marte por muchedumbre de ciudadanos, y el Circo donde se aglomera la mayor parte del pueblo, ten presente que allí hay tantos vicios como hombres. No hay paz en medio de aquellas togas, y por mínimo interés el uno está dispuesto á sacrificar al otro.
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