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Por esta razón, casi siempre ha pertenecido el mando á los pueblos de las regiones templadas: el carácter de los que habitan los hielos del Septentrión, es salvaje, como dice el poeta:
Suoque simillima caelo
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«Considéranse, dicen, como más generosos los animales más iracundos.» Es grave error presentar los animales como ejemplo del hombre, cuando en vez de razón, solamente tienen impulso; y el hombre, en vez de impulsó, tiene razón. Y tampoco les mueve á todos el mismo impulso. Al león le ayuda la ira; al ciervo, el temor; al buitre, la impetuosidad; á la paloma, la fuga. ¿Y es cierto, por otra parte, que sean mejores los animales más iracundos? Concederé que las fieras, que viven de su presa, sean tanto más fuertes, cuanto más furiosas; pero alabaré en el buey la paciencia; en el caballo, la docilidad al freno. ¿Mas por qué rebajar al hombre á tan infelices ejemplos, cuando tienes delante de tí al universo y Dios, que siendo el único entre todos los animales que puede imitarlo, es el único que lo comprende? «A los iracundos, dicen, se les tiene por los más francos.» Porque se les compara con los astutos y sutiles, y parecen francos porque se descubren: yo no les llamaría francos, sino incautos. Este es el nombre que damos á los necios, á los libertinos, á los pródigos y demás viciosos poco reservados.
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