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¿No echas de ver en cuán mala y perniciosa esclavitud servirá aquel á quien alternadamente poseyeren, ó ya los deleites, ó ya los dolores, dueños inciertos y de flacas fuerzas? Conviene, pues, buscar la libertad, y ninguna otra cosa la da sino el desprecio de la fortuna, de que nace un inestimable bien, que es la quietud del animo, colocado en lugar seguro, y una sublimidad y un gozo inmóvil, que tiene su origen de conocer la quietud y latitud del ánimo, de quien recibe deleites, no como bienes, sino como nacidos de su bien. Y porque he comenzado á mostrarme liberal, digo que también puede llamarse bienaventurado aquel que, por beneficio de la razón, ha llegado á no desear y á no temer; que aunque las piedras y los animales carecen de temor y tristeza, nadie los llamó dichosos, faltándoles el conocimiento de la dicha. En el mismo número puedes contar y poner aquellos hombres á quien su ruda naturaleza y el no tener conocimiento de sí los ha reducido al estado de los brutos, sin que haya diferencia de los unos á los otros, pues si aquéllos carecen de razón, estos otros la tienen mala, siendo sólo diligentes para su propio daño. Y ninguno que estuviere apartado de la verdad se podrá llamar bienaventurado, y sólo lo será el que tuviere la vida estable y firme y en juicio cierto y recto, porque el ánimo estará entonces limpio y libre de todos males, cuando no sólo se apartare de las heridas, sino también de las escaramuzas, esperando á pie quedo á defender el puesto que se le encargó, aunque se le muestre airada y contraria la suerte. Porque aunque el deleite se extienda por todas partes, y por todas las vías influya, y con halagos ablande el ánimo y saque de unas caricias y otras, con que solicite todos nuestros sentidos, ¿cuál de los mortales, en quien se halle rastro de hombre, habrá quien quiera que el deleite esté de día y de noche haciéndole cosquillas, para que desamparando el ánimo venga á servir á las comodidades del cuerpo?
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