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Universidad de Murcia
Tratados filosóficos - Sobre la felicidad (De vita beata)

 

El que propusiere, intentare y quisiere hacer esto, hará su camino á los Dioses; y si no llegare á conseguirlo, caerá por lo menos de intentos grandes. Pero vosotros, que aborrecéis la virtud y á los que la veneran, no hacéis cosa nueva, porque los ojos enfermos siempre temen al sol, y los animales nocturnos huyen del día claro, y entorpeciéndose con su salida, se van á encerrar en sus escondrijos, metiéndose en las aberturas de las peñas, temerosos de la luz. Gemid, y ejercitad vuestra infeliz lengua en injurias de los buenos: instad y morded, que antes os romper réis los dientes que hagáis presa en ellos. «Decís, ¿por qué siendo aquel amador de la filosofía, pasa la vida tan rico? ¿Por qué nos enseña que se han de despreciar las riquezas, y las retiene, qué se ha de desestimar la vida, y la conserva, que no se ha de amar la salud, y la procura con tanto cuidado deseando la más robusta? ¿Por qué, diciendo que el destierro es un vano nombre, y que el mudar provincias no tiene cosa que sea mala, se envejece en la patria? ¿Por qué cuando juzga que no hay diferencia de la edad larga á la corta, procura (si no hay quien se lo impida) alargar la suya viviendo contento con vejez larga?» Respóndoos que estas cosas se han de despreciar, no para no tenerlas, sino para que el tenerlas no sea con solicitud. No las desechará de sí, antes cuando se le fueren las seguirá seguro. Porque ¿en quién podrá depositar mejor la fortuna sus riquezas que en aquel que, cuando se las pidiere, se las volverá sin quejas? Cuando alababa Marco Catón á Curio y á Corruncano, y el siglo en que se juzgaba por crimen concerniente al Censor el tener algunas pocas medallas de plata, poseía él cuatrocientos sextercios: menos era sin duda de los que tenía Creso; pero muchos más de los que tuvo Catón Censor. Y si se hace comparación, se hallará que Marco Catón se aventajó en más cantidad á la que tuvo su abuelo, que en la que se aventajó á él Creso. Y si hubiera conseguido mayores riquezas, no las hubiera desechado: porque el sabio no se juzga indigno de cualesquier dádivas de la fortuna; y aunque admite las riquezas, no pone en ellas su amor; y no les da alojamiento en el ánimo, aunque se lo da en su casa: y después de poseídas, si bien las desprecia, no las desecha, antes las guarda, holgándose tener mayor materia para su virtud.


 
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Sobre la felicidad (De vita beata)

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