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Nosotros hacemos todo lo contrario, porque, si hay alguno de quien se sospeche que fue sobornado con dádivas o promesas, aunque dé muy buen consejo para el bien de la república, todavía por envidia y sospecha de aquella opinión de corruptela, aunque no sea cierta, no le queremos admitir, y todo lo que dice bueno o malo es tenido por sospechoso. De aquí la necesidad de que el que quiere persuadir al vulgo de alguna cosa buena a mala use de cautelas y mentiras; el que hablare más a su favor tendrá más crédito aunque mienta, y el que quiera hacer bien a la ciudad con su consejo cae en sospecha de que procura por vías ocultas su provecho y ganancia. Conviene, pues, a los que estamos en este lugar entre tantas sospechas y hablamos y consultamos de cosas tan grandes y de tanta importancia, que las veamos y proveamos de más lejos que vosotros, que tan solamente las veis y contempláis de cerca, atento que debemos dar razón bastante de lo que nos parece, y vosotros no de lo que ois, que, si el que se deja persuadir por otro fuese castigado como el que le habla y persuade, vosotros juzgaríais más cuerdamente, pero, si no lográis lo que os proponéis, condenáis el parecer de uno solo que os lo aconsejó, y no el de todos vosotros que lo seguisteis siendo tan delincuentes en esto todos como aquel solo que lo dió y lo dijo.
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