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Universidad de Murcia
Guerra del Peloponeso - Libro III

 

«Ni repruebo el parecer de los que quisieron poner otra vez en consulta este hecho de los Mitileneos ni apruebo el de los que vedan consultar muchas veces las cosas de gran importancia, antes me parece que hay dos cosas muy contrarias a la bondad en la consulta y acuerdo, la presteza y la ira, porque la una hace que las cosas se hagan sin prudencia, y la otra necia y locamente. Quien repugna que las cosas se enseñen por medio de palabras y razones para informarse mejor de la verdad no tiene saber ni seso o le va en ello algún interés particular. Porque, si piensa que las cosas venideras que no pueden verse se enseñan de otra manera que por palabras y razones no tiene juicio ni entendimiento, y, si quiere persuadir de alguna cosa torpe y mala, y porque le parece que no la podrá hacer buena por razones, quiere espantar y asombrar a los que contradicen y a los jueces que lo oyen, gran señal es de que le va interés en ello. Pero más son de vituperar aquellos que achacan a los de contrario parecer estar corrompidos por dádivas y dinero; porque, si culpan de poco saber al que no pudo persuadir lo que quería en el senado, sería tenido por ignorante, no por malo ni injusto, pero, si le culpan o achacan que fue sobornado, aunque persuada al senado y sigan su parecer, no por eso dejará de ser sospechoso, y si no persuade lo que quiere será tenido no sólo por ignorante, sino también por malo e injusto. Esto ocasiona daño a la república, porque los hombres no se atreven por miedo a aconsejar libremente lo que sienten contra los que opinan que sería mejor para el bien de la ciudad que no hubiese hombres en ella con entendimiento para saber hablar y razonar, como si por esto los hombres estuviesen menos expuestos a errar, siendo al contrario, porque el buen ciudadano que dice su parecer en público ayuntamiento no ha de estorbar ni espantar a los otros para que no le puedan contradecir, sino con toda equidad y modestia mostrar por buenas razones que su opinión y parecer es el mejor. Y así, gobernada la ciudad por justicia y por razón, ya que no haga más honra a aquel que dió el mejor consejo, no por eso le ha de quitar ni disminuir la que antes tenía ni, por consiguiente, debe menospreciar al que no alcanzó a dar buen consejo y mucho menos castigarle. De no hacerlo así, aquel cuyo parecer fuere aprobado no procurará decir ni razonar otra cosa sino lo que pensare que le podrá aprovechar para ganar la gracia y favor del pueblo, aunque no lo entienda así; y aquel cuya opinión no fuere aprobada, por la misma razón, trabajará por agradar y complacer al pueblo.


 
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