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«Alcidas, y los otros capitanes mis compañeros que estáis aquí presentes, caudillos de esta armada por los Peloponesios, mi parecer sería que fuésemos derechamente a Mitilene, antes que los Atenienses supieran nuestra venida. Porque probablemente hallaremos muchas cosas de los contrarios mal guardadas y a mal recaudo, según suele suceder en ciudad recién tomada, mayormente si vamos por parte de mar, por donde ellos menos sospechan que han de ir los enemigos a acometerles. Nosotros somos más poderosos y es verosímil que sus soldados estén diseminados en los alojamientos, según acostumbran cuando han alcanzado la victoria. Paréceme, pues, que, si vamos de noche y los acometemos desapercibidos, con ayuda de los de la ciudad, si hay algunos afectos a nuestro partido, sin duda acabaremos nuestro hecho con honra. Y no debemos rehusar el peligro, pues tenemos por cierto y averiguado que en la guerra no hay sino semejantes novedades, y, si el capitán sabe guardarse y espiar, y acometer a los enemigos sobre seguro, muchas veces sale con su empresa.»
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