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Entonces Pericles, viéndolos atónitos por los males de su tierra y que no tenían buen acuerdo en querer salir contra toda razón, no quiso reunirles ni pronunciar discurso, según tenía por costumbre, temiendo que determinasen obrar algo antes por ira que por juicio y razón, sino que ordenó la manera de guardar la ciudad y tenerla tranquila lo mejor posible. Empero, mandó salir al campo alguna gente de a caballo para impedir que los que venían del ejército enemigo a recorrer las tierras cercanas a la ciudad no las pudiesen robar ni hacer daño. Hubo algunas escaramuzas en el lugar que llaman Frigias entre Atenienses y Tesalios contra los Beocios, en las cuales los Atenienses y los Tesalios no llevaban lo peor hasta tanto que la gente de a pie de los Beocios acudió a socorrer a su caballería, porque entonces los Atenienses volvieron las espaldas y fueron muertos muchos de ellos y de los Tesalios; y en el mismo día llevaron sus cuerpos a la ciudad sin pedirlos a los enemigos, como era costumbre. Al día siguiente los Peloponesios levantaron trofeo en este mismo lugar en señal de victoria. Esta ayuda que los Tesalios prestaron a los Atenienses fue por la confederación y alianza antigua que tenían con ellos: por eso entonces les habían enviado aquel socorro de gente de a caballo de Larisa, de Farsalia, de Parrasia, de Girtonia y de Ferea. Por capitanes de los de Larisa venían Polimedes y Aristón. De Farsalia, Menón, y otros de cada cual de aquellas ciudades.
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