I.
Así que de la guerra el estandarte
Turno en su alcázar
tremoló en Laurento,
Y con ronca trompeta á toda parte
El alarma llevó, y en movimiento
Sus potros puso y el tropel de Marte,
Los ánimos se turban al momento,
Todo el Lacio á su voz tiembla y le imita,
Toda la juventud arde y se agita.
II.
Por sumos jefes van Mesapo, Ufente,
Y aquel que de los Dioses se reía
Mezencio audaz: de agricultora gente
La campaña doquier dejan vacía,
Recursos rebatando. Incontinente
A Vénulo sagaz allá se envía
Do el gran Diomédes asentó su corte,
Que anuncios lleve y de él favor reporte.
III. [10]
Cómo con frigias naves ha llegado
Al Lacio; cómo ocupa la ribera
Con sus vencidos Dioses, y del hado
Corona y triunfos en el Lacio espera
El troyano adalid; cómo á su lado
Muchos corren, y, nuncio á su bandera,
Toma el dardanio nombre alas de fuego:
Esto el embajador dirále al Griego.
IV.
Más que el rey Turno y más que el rey Latino,
Dirále, en fin, mirar él mismo debe
A dónde á ese invasor, si con destino
Propicio entrare, fácil es le lleve
De ambiciosas conquistas el camino.
Sabe en tanto que el Lacio se conmueve,
Y fluctúa en revuelto mar de ideas
Con zozobrante afan mísero Eneas.
V.
Va, y viene, y torna el ánimo agitado,
Tienta todo y no pára en una cosa:
Así un rayo de luz del sol dorado
O la alba luna, vibra y no reposa
Sobre jarron de bronce reflejado,
En que diáfano líquido rebosa;
Trémulo, acá se anima y allá muere,
Sube, y los altos artesones hiere.
VI. [26]
Es de noche: en los árboles y en tierra
Mudas yacen las aves y ganados;
Letárgico placer sus ojos cierra.
En tanto Enéas, presa de cuidados,
Lleno del pensamiento de la guerra,
Rindió á tardío sueño los cansados
Miembros, del cielo bajo el dombo frio,
En las amenas márgenes del rio.
VII.
Y hé aquí de entre la plácida corriente
Y pompa de los álamos umbría
Al Dios que guarda el Tibre, el Rey durmiente
Vió alzarse venerable, y que vestía
Cendal verdoso, y en su anciana frente
A las húmedas crines retejía
Oscuras juncias. Habla, y de esta suerte
Consuelo el Númen y esperanzas vierte:
VIII
«¡Hijo de diva estirpe soberana,
Salve! tú, que arrancada al enemigo
Nos restituyes la ciudad troyana,
Y á Pérgamo inmortal llevas contigo!
Ya sus muros á tí Laurento allana,
Y á tí sus campos abre el Lacio amigo. Nada temas de próximos combates;
Que patria al fin tendreis tú y tus Penates.
IX. [40]
«Calmóse de los cielos la tormenta,
Y hechos abonan la palabra mia;
Que aquí una hembra de cerdo corpulenta
Pronto verás entre robleda umbría,
Con treinta lechoncillos que alimenta,
Alba, en torno á sus ubres la alba cria;
Y aquí podrás, alzando al patrio muro,
De afanes tantos descansar seguro.
X.
«Treinta años pasarán, y Ascanio ufano
Fundará, coronando tu destino,
La ilustre basa del poder albano.
Apacibles verdades adivino;
Ilusiones no son de sueño vano.
Mas cómo por ahora abrir camino
Te cabe de tu triunfo al cumplimiento,
Diré en breves razones; oye atento:
XI.
»Los Arcades habitan este suelo,
Que nietos de Palante, acompañaron
Aquí á Evandro, su rey, con fiel anhelo
Siguiendo su pendon: sitio adoptaron,
Y con nombre sacado del abuelo
La ciudad Palantina edificaron
Sobre los montes. Ellos de contino
En guerra están con el poder latino.
XII.[56]
«Tu campo hermana con el suyo, y liga
Trata con ellos de amistad sincera.
Fácil á par de mi ribera amiga
Yo he de llevarte en direccion certera,
Tál que venzan subiendo sin fatiga
Tus remos mi raudal. Tú á la primera
Luz del dia, con votos y con preces
Vé de Juno á amansar las altiveces.
XIII.
«Cuando conquistes del valor la rama
Gracias tributarás al poder mio.
Yo soy aquel que hoy miras cuál derrama
Su caudal sobre fértil señorío;
Soy el cerúleo Tibre, ilustre en fama
Y de los Dioses predilecto rio:
Aquí en grandioso alcázar me solazo;
Nobles ciudades en mi cuna abrazo.»
XIV.
Dijo el rio, y se hundió cual si buscara
El hondo lecho. Á un tiempo se retira
La noche en ese instante, y desampara
El sueño á Enéas. Yérguese él, y mira
Ya en oriente del sol la lumbre clara;
Y agua cogiendo (Religion le inspira) Alzala de las palmas en el hueco,
Y así con llena voz anima el eco:
XV. [71]
«¡Vos, Ninfas de Laurento (en quien los rios
Hallan, raza gentil, su ilustre oriente),
Y oh padre Tibre de raudales pios!
A Enéas acoged, y de su frente
Clementes apartad golpes impíos!
Doquier escondas tu sagrada fuente,
Doquiera, ¡oh bello Dios! secreto mores,
Tú apiadado calmaste mis dolores.
XVI.
»De mí por siempre en himnos bendecido
Serás, y honrado con perpetuos dones,
Tú, de cuernos undívagos ceñido,
Rey de rios de Italia en las regiones!
Sólo espero me asistas, sólo pido
Que ratifiques ya tus prediciones.»
Dijo; y dos barcos de su flota alista,
Ygente hecha á bogar, de armas provista.
XVII.
En este punto; (¡oh místicas señales!)
Cándida hembra de cerdo con sus crias
Enéas ve, que, en la color iguales,
Se han tendido en las márgenes umbrías
Sobre la verde hierba. Ofrendas tales
El troyano adalid con manos pias
Te hará, ¡máxima Juno! Ya ante el ara
Dones presenta, y con la grey se pára.
XVIII. [86]
Y el Tibre, que bajó la noche entera
Hinchado, su corriente á la mañana
Con reflujo suavísimo modera
Y como estanque plácido la allana,
Y abre á las quillas próspera carrera. Con gozoso rumor la caravana
Ya remos bate, y sobre el fondo quieto
Fugaz resbala el embreado abeto.
XIX.
Los árboles se asombran de la orilla
Viendo venir por el cristal sereno
La pintoresca copia, y cómo brilla
Distante con las armas de su seno.
Dia y noche bogando la escuadrilla
El rio sube de recodos lleno;
En selvas laberínticas se pierde,
Y cruza en ledo giro el bosque verde.
XX.
En medio ya de su radiante vuelo
Ardia el sol, cuando avistó el Troyano
Muros y alcázar, blanco á su desvelo,
Y casas esparcidas, que el romano
Poder más tarde levantó hasta el cielo; Que era Evandro modesto soberano,
Y modesta su corte. Apriesa inclinan Las proras ya, y á la ciudad caminan.
|
XXI. [102]
Solemnes por ventura en aquel dia
El Rey árcade honores tributaba,
Antes de la ciudad, en selva umbría,
Al semidios de la invencible clava.
Allí Palante, hijo del Rey, se via,
Rudo senado y juventud no esclava,
Incesando á los Númenes. Gotea
Caliente sangre y ante el ara humea.
XXII.
Ellos, viendo que fáciles ascienden
Por entre el bosque opaco altos navios,
Y hombres que, al parecer, los brazos tienden
Sobre los remos con callados bríos,
La ceremonia con temor suspenden;
Levántanse. Culpables descarríos
Palante audaz reprime, y el acero
Empuña, y al peligro va ligero.
XXIII.
Ya de un alto estas voces firme envia:
«¿Quiénes, mancebos, sois? ¿Cuál clima esconde
Vuestra cuna y origen? ¿Quién por via
Tan desusada os impelió, y á dónde?
¿Paz, ó guerra traeis? ¿Qué intento os guia?»
En pié sobre la popa así responde
Enéas á Palante, y en la diestra
Rama de oliva, alegre anuncio, muestra:
XXIV. [117]
«Hijos somos de Troya peregrinos,
Y aquestas armas que confuso admiras,
Armas contrarias son á los Latinos,
Que nos rechazan con rebeldes iras.
Ver ansiamos á Evandro: á sus destinos
Unir los nuestros, con leales miras
Proponemos Dardanios principales. Tal pedimos; tú lleva anuncios tales.»
XXV.
Pásmale el nombre que oye, y,«¡Vén conmigo!»
Palante dice, «vén, quienquier tú seas,
Donde hables á mi padre, y al abrigo
De mis Penates hospedado seas.»
Tómale de la mano, y como amigo
En las suyas retiene la de Enéas;
Y enselvándose juntos se desvían
Del Tibre, y hácia el Rey los pasos guian.
XXVI.
Manso á Evandro habló Enéas: «Ofrecerte
La verde rama de ínfulas vestida,
¡Oh el mejor de los Griegos! hoy la suerte
Me depara feliz. Ni me intimida
Arcade y jefe á tí de Dánaos verte
Y consanguíneo de uno y otro Atrida.
Hanme traido oráculos sagrados,
Y mi propio querer y el de los hados;
XXVII. [132]
»Y tu fama tambien, que espacio luengo
Discurre por el mundo; y la lejana
Comun raíz que con tu raza tengo:
Padre y autor de la ciudad troyana,
Hijo Dárdano fué, nuestro abolengo,
De Electra (en Grecia tradicion anciana
Lo acredita); hija Electra fué de Atlante,
«Que á cuestas lleva el fuego rutilante.
XXVIII.
»Mercurio, de otro lado, es vuestro abuelo,
Que de Maya gentil nacido un dia,
Por vez primera de la luz del cielo
Gozó en la cumbre de Cilene fria;
Y, si ya sin incrédulo recelo
En arraigada tradicion se fia,
Hija Maya es de Atlante, el mismo Atlante
Que á cuestas lleva el cielo rutilante.
XXIX.
»Así un tronco en dos vástagos se parte,
Y una sangre tenemos. Con legados
No me anuncié, por eso, ni con arte
Pretendí tu amistad tentando vados;
Mas yo mismo en persona, aquí á obligarte
Ocurro al corazon de tus Estados.
Yes comun nuestro honor: la Daunia gente
Tú y yo tenemos enemiga enfrente.
XXX. [147]
»¿Y quién no ve que si ella nos extraña,
El territorio entero á la coyunda
Humillará de su arrogante saña,
Y el mar que á Hesperia superior inunda
Suyo será, y el que inferior la baña? Mutua fe dos ejércitos confunda:
Por mí, aporto á la union de ambos pendones,
Sufridos y valientes corazones.»
XXXI.
Habló Enéas: Evandro larga pieza,
Miéntras hablaba, con afan prolijo
Mírale de los piés á la cabeza,
Y «¡Oh el más valiente de los Teucros!» dijo:
«¡Con qué placer (pues con cabal certeza
Quién eres contemplándote colijo)
Te doy mis brazos! En tu faz, tu acento
Miro á tu ilustre padre, á Anquises siento.
XXXII.
»Yo recuerdo que á Hesíone su hermana
Visitando, y su corte, en Salamina,
Por la Arcadia pasar, de nieves cana,
Príamo quiso. Con su flor divina
Me arrebolaba juventud temprana.
¡Cuánto á la comitiva peregrina
Admiré entónces! Mas Anquises era
Entre nobles figuras la primera.
XXXIII. [163]
»Yo hablarle y estrechar su mano ansiaba,
Jóven el alma y de entusiasmo henchida;
Llegué, y al muro que el Feneo lava,
Oficioso llevéle. A su partida
Licias saetas y una insigne aljaba
Y una clámide de oro entretejida,
Y dos frenos me dió, tambien de oro, Que hoy de Palante son gala y tesoro.
XXXIV.
»En fin, cual lo pedís, la mano mia
Os doy en prenda de amistad sincera.
Y á fe que al primo albor del nuevo dia
Ireis con los auxilios que mi esfera
Consiente. Con partícipe alegría (Pues dilatarlo más delito fuera)
A celebrar en tanto yo os convido
Este anual sacrificio interrumpido.
XXXV.
»Y desde hora á un festin y á unos altares
Mostraos á concurrir á nuestro lado.»
Dijo; alejados vasos y manjares
Pide; céspedes da de herboso estrado
Por sillas á los nuevos auxiliares;
Y á Enéas en lugar privilegiado
Rústico solio de arce y piel lanuda
De soberbio leon, brindar no duda.
XXXVI. [179]
Y jóvenes selectos, y del ara
Canos ministros, traen en seguida
Entrañas que el divino friego asara,
Cestas do con su dón Céres convida,
Tazas do su caudal Baco depara.
Enéas y su guardia, allí tendida,
Lomos de un buey entero, trozos hacen,
Y consagrados intestinos pacen.
XXXVII.
Calmada el hambre, que ávida devora,
Evandro dijo así: «No rito vano,
No vil supersticion, despreciadora
De antiguos dioses, fué, huésped troyano,
Quien el solemne altar que ves ahora
Y estas mesas alzó por nuestra mano;
Fué justa gratitud: piadoso culto Rendimos, salvos ya de fiero insulto.
XXXVIII.
«¿Ves esa roca en peñas sustentada
Y tanta piedra en torno desparcida,
Y desierta del monte la morada?
¿El estrago no ves que en su avenida
Hicieron recias moles? Tu mirada Contempla la recóndita guarida,
El antro hondo de quien huésped era
Caco, mitad humano, mitad fiera.
XXXIX. [195]
«No visitó su lóbrego recinto
El sol: siempre de víctimas recientes
Estaba el suelo con la sangre tinto;
Y en las puertas terríficas pendientes
Gustaba ver su criminal instinto
Torvas cabezas. De su boca ardientes Humos lanzaba, de Vulcano prole
El monstruo, al menear su inmensa mole.
XL.
«Trayéndonos, al fin, un sér divino,
El tiempo coronó nuestro deseo:
Máximo vengador, despues que al trino
Geríon humilló, con el trofeo
Riquísimo ufanado, Alcídes vino
Rigiendo en victorioso pastoreo
Ganado hermoso, y vímosle guialle
A par de este almo rio, en este valle.
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