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Universidad de Murcia
Eneida - Libro VIII

 

I.

Así que de la guerra el estandarte

Turno en su alcázar tremoló en Laurento,

Y con ronca trompeta á toda parte

El alarma llevó, y en movimiento

Sus potros puso y el tropel de Marte,

Los ánimos se turban al momento,

Todo el Lacio á su voz tiembla y le imita,

Toda la juventud arde y se agita.

 

II.

Por sumos jefes van Mesapo, Ufente,

Y aquel que de los Dioses se reía

Mezencio audaz: de agricultora gente

La campaña doquier dejan vacía,

Recursos rebatando. Incontinente

A Vénulo sagaz allá se envía

Do el gran Diomédes asentó su corte,

Que anuncios lleve y de él favor reporte.

 

III. [10]

Cómo con frigias naves ha llegado

Al Lacio; cómo ocupa la ribera

Con sus vencidos Dioses, y del hado

Corona y triunfos en el Lacio espera

El troyano adalid; cómo á su lado

Muchos corren, y, nuncio á su bandera,

Toma el dardanio nombre alas de fuego:

Esto el embajador dirále al Griego.

 

IV.

Más que el rey Turno y más que el rey Latino,

Dirále, en fin, mirar él mismo debe

A dónde á ese invasor, si con destino

Propicio entrare, fácil es le lleve

De ambiciosas conquistas el camino.

Sabe en tanto que el Lacio se conmueve,

Y fluctúa en revuelto mar de ideas

Con zozobrante afan mísero Eneas.

 

V.

Va, y viene, y torna el ánimo agitado,

Tienta todo y no pára en una cosa:

Así un rayo de luz del sol dorado

O la alba luna, vibra y no reposa

Sobre jarron de bronce reflejado,

En que diáfano líquido rebosa;

Trémulo, acá se anima y allá muere,

Sube, y los altos artesones hiere.

 

VI. [26]

Es de noche: en los árboles y en tierra

Mudas yacen las aves y ganados;

Letárgico placer sus ojos cierra.

En tanto Enéas, presa de cuidados,

Lleno del pensamiento de la guerra,

Rindió á tardío sueño los cansados

Miembros, del cielo bajo el dombo frio,

En las amenas márgenes del rio.

 

VII.

Y hé aquí de entre la plácida corriente

Y            pompa de los álamos umbría

Al Dios que guarda el Tibre, el Rey durmiente

Vió alzarse venerable, y que vestía

Cendal verdoso, y en su anciana frente

A las húmedas crines retejía

Oscuras juncias. Habla, y de esta suerte

Consuelo el Númen y esperanzas vierte:

 

 

VIII

«¡Hijo de diva estirpe soberana,

Salve! tú, que arrancada al enemigo

Nos restituyes la ciudad troyana,

Y á Pérgamo inmortal llevas contigo!

Ya sus muros á tí Laurento allana,

Y á tí sus campos abre el Lacio amigo.
Nada temas de próximos combates;

Que patria al fin tendreis tú y tus Penates.

 

IX. [40]

«Calmóse de los cielos la tormenta,

Y            hechos abonan la palabra mia;

Que aquí una hembra de cerdo corpulenta

Pronto verás entre robleda umbría,

Con treinta lechoncillos que alimenta,

Alba, en torno á sus ubres la alba cria;

Y            aquí podrás, alzando al patrio muro,

De afanes tantos descansar seguro.

 

X.

«Treinta años pasarán, y Ascanio ufano

Fundará, coronando tu destino,

La ilustre basa del poder albano.

Apacibles verdades adivino;

Ilusiones no son de sueño vano.

Mas cómo por ahora abrir camino

Te cabe de tu triunfo al cumplimiento,

Diré en breves razones; oye atento:

 

XI.

»Los Arcades habitan este suelo,

Que nietos de Palante, acompañaron

Aquí á Evandro, su rey, con fiel anhelo

Siguiendo su pendon: sitio adoptaron,

Y con nombre sacado del abuelo

La ciudad Palantina edificaron

Sobre los montes. Ellos de contino

En guerra están con el poder latino.

 

XII.[56]

«Tu campo hermana con el suyo, y liga

Trata con ellos de amistad sincera.

Fácil á par de mi ribera amiga

Yo he de llevarte en direccion certera,

Tál que venzan subiendo sin fatiga

Tus remos mi raudal. Tú á la primera

Luz del dia, con votos y con preces

Vé de Juno á amansar las altiveces.

 

XIII.

«Cuando conquistes del valor la rama

Gracias tributarás al poder mio.

Yo soy aquel que hoy miras cuál derrama

Su caudal sobre fértil señorío;

Soy el cerúleo Tibre, ilustre en fama

Y            de los Dioses predilecto rio:

Aquí en grandioso alcázar me solazo;

Nobles ciudades en mi cuna abrazo.»

 

XIV.

Dijo el rio, y se hundió cual si buscara

El hondo lecho. Á un tiempo se retira

La noche en ese instante, y desampara

El sueño á Enéas. Yérguese él, y mira

Ya en oriente del sol la lumbre clara;

Y agua cogiendo (Religion le inspira)
Alzala de las palmas en el hueco,

Y así con llena voz anima el eco:

 

XV. [71]

«¡Vos, Ninfas de Laurento (en quien los rios

Hallan, raza gentil, su ilustre oriente),

Y oh padre Tibre de raudales pios!

A Enéas acoged, y de su frente

Clementes apartad golpes impíos!

Doquier escondas tu sagrada fuente,

Doquiera, ¡oh bello Dios! secreto mores,

Tú apiadado calmaste mis dolores.

 

XVI.

»De mí por siempre en himnos bendecido

Serás, y honrado con perpetuos dones,

Tú, de cuernos undívagos ceñido,

Rey de rios de Italia en las regiones!

Sólo espero me asistas, sólo pido

Que ratifiques ya tus prediciones.»

Dijo; y dos barcos de su flota alista,

Ygente hecha á bogar, de armas provista.

 

XVII.

En este punto; (¡oh místicas señales!)

Cándida hembra de cerdo con sus crias

Enéas ve, que, en la color iguales,

Se han tendido en las márgenes umbrías

Sobre la verde hierba. Ofrendas tales

El troyano adalid con manos pias

Te hará, ¡máxima Juno! Ya ante el ara

Dones presenta, y con la grey se pára.

 

XVIII. [86]

Y el Tibre, que bajó la noche entera

Hinchado, su corriente á la mañana

Con reflujo suavísimo modera

Y como estanque plácido la allana,

Y abre á las quillas próspera carrera.
Con gozoso rumor la caravana

Ya remos bate, y sobre el fondo quieto

Fugaz resbala el embreado abeto.

 

XIX.

Los árboles se asombran de la orilla

Viendo venir por el cristal sereno

La pintoresca copia, y cómo brilla

Distante con las armas de su seno.

Dia y noche bogando la escuadrilla

El rio sube de recodos lleno;

En selvas laberínticas se pierde,

Y            cruza en ledo giro el bosque verde.

 

XX.

En medio ya de su radiante vuelo

Ardia el sol, cuando avistó el Troyano

Muros y alcázar, blanco á su desvelo,

Y casas esparcidas, que el romano
Poder más tarde levantó hasta el cielo;
Que era Evandro modesto soberano,

Y modesta su corte. Apriesa inclinan
Las proras ya, y á la ciudad caminan.

XXI. [102]

Solemnes por ventura en aquel dia

El Rey árcade honores tributaba,

Antes de la ciudad, en selva umbría,

Al semidios de la invencible clava.

Allí Palante, hijo del Rey, se via,

Rudo senado y juventud no esclava,

Incesando á los Númenes. Gotea

Caliente sangre y ante el ara humea.

 

XXII.

Ellos, viendo que fáciles ascienden

Por entre el bosque opaco altos navios,

Y hombres que, al parecer, los brazos tienden

Sobre los remos con callados bríos,

La ceremonia con temor suspenden;

Levántanse. Culpables descarríos

Palante audaz reprime, y el acero

Empuña, y al peligro va ligero.

 

XXIII.

Ya de un alto estas voces firme envia:

«¿Quiénes, mancebos, sois? ¿Cuál clima esconde

Vuestra cuna y origen? ¿Quién por via

Tan desusada os impelió, y á dónde?

¿Paz, ó guerra traeis? ¿Qué intento os guia?»

En pié sobre la popa así responde

Enéas á Palante, y en la diestra

Rama de oliva, alegre anuncio, muestra:

XXIV. [117]

«Hijos somos de Troya peregrinos,

Y aquestas armas que confuso admiras,
Armas contrarias son á los Latinos,
Que nos rechazan con rebeldes iras.
Ver ansiamos á Evandro: á sus destinos
Unir los nuestros, con leales miras
Proponemos Dardanios principales.
Tal pedimos; tú lleva anuncios tales.»

 

XXV.

Pásmale el nombre que oye, y,«¡Vén conmigo!»

Palante dice, «vén, quienquier tú seas,

Donde hables á mi padre, y al abrigo

De mis Penates hospedado seas.»

Tómale de la mano, y como amigo

En las suyas retiene la de Enéas;

Y            enselvándose juntos se desvían

Del Tibre, y hácia el Rey los pasos guian.

 

XXVI.

Manso á Evandro habló Enéas: «Ofrecerte

La verde rama de ínfulas vestida,

¡Oh el mejor de los Griegos! hoy la suerte

Me depara feliz. Ni me intimida

Arcade y jefe á tí de Dánaos verte

Y consanguíneo de uno y otro Atrida.

Hanme traido oráculos sagrados,

Y mi propio querer y el de los hados;

 

XXVII. [132]

»Y tu fama tambien, que espacio luengo

Discurre por el mundo; y la lejana

Comun raíz que con tu raza tengo:

Padre y autor de la ciudad troyana,

Hijo Dárdano fué, nuestro abolengo,

De Electra (en Grecia tradicion anciana

Lo acredita); hija Electra fué de Atlante,

«Que á cuestas lleva el fuego rutilante.

 

XXVIII.

»Mercurio, de otro lado, es vuestro abuelo,

Que de Maya gentil nacido un dia,

Por vez primera de la luz del cielo

Gozó en la cumbre de Cilene fria;

Y, si ya sin incrédulo recelo

En arraigada tradicion se fia,

Hija Maya es de Atlante, el mismo Atlante

Que á cuestas lleva el cielo rutilante.

 

XXIX.

»Así un tronco en dos vástagos se parte,

Y una sangre tenemos. Con legados

No me anuncié, por eso, ni con arte

Pretendí tu amistad tentando vados;

Mas yo mismo en persona, aquí á obligarte

Ocurro al corazon de tus Estados.

Yes comun nuestro honor: la Daunia gente

Tú y yo tenemos enemiga enfrente.

 

XXX. [147]

»¿Y quién no ve que si ella nos extraña,

El territorio entero á la coyunda

Humillará de su arrogante saña,

Y el mar que á Hesperia superior inunda
Suyo será, y el que inferior la baña?
Mutua fe dos ejércitos confunda:

Por mí, aporto á la union de ambos pendones,

Sufridos y valientes corazones.»

 

XXXI.

Habló Enéas: Evandro larga pieza,

Miéntras hablaba, con afan prolijo

Mírale de los piés á la cabeza,

Y            «¡Oh el más valiente de los Teucros!» dijo:

«¡Con qué placer (pues con cabal certeza

Quién eres contemplándote colijo)

Te doy mis brazos! En tu faz, tu acento

Miro á tu ilustre padre, á Anquises siento.

 

XXXII.

»Yo recuerdo que á Hesíone su hermana

Visitando, y su corte, en Salamina,

Por la Arcadia pasar, de nieves cana,

Príamo quiso. Con su flor divina

Me arrebolaba juventud temprana.

 ¡Cuánto á la comitiva peregrina

Admiré entónces! Mas Anquises era

Entre nobles figuras la primera.

 

XXXIII. [163]

»Yo hablarle y estrechar su mano ansiaba,

Jóven el alma y de entusiasmo henchida;

Llegué, y al muro que el Feneo lava,

Oficioso llevéle. A su partida

Licias saetas y una insigne aljaba

Y una clámide de oro entretejida,

Y dos frenos me dió, tambien de oro,
Que hoy de Palante son gala y tesoro.

 

XXXIV.

»En fin, cual lo pedís, la mano mia

Os doy en prenda de amistad sincera.

Y á fe que al primo albor del nuevo dia
Ireis con los auxilios que mi esfera
Consiente. Con partícipe alegría
(Pues dilatarlo más delito fuera)

A celebrar en tanto yo os convido

Este anual sacrificio interrumpido.

 

XXXV.

»Y desde hora á un festin y á unos altares

Mostraos á concurrir á nuestro lado.»

Dijo; alejados vasos y manjares

Pide; céspedes da de herboso estrado

Por sillas á los nuevos auxiliares;

Y            á Enéas en lugar privilegiado

Rústico solio de arce y piel lanuda

De soberbio leon, brindar no duda.

 

XXXVI. [179]

Y jóvenes selectos, y del ara

Canos ministros, traen en seguida

Entrañas que el divino friego asara,

Cestas do con su dón Céres convida,

Tazas do su caudal Baco depara.

Enéas y su guardia, allí tendida,

Lomos de un buey entero, trozos hacen,

Y            consagrados intestinos pacen.

 

XXXVII.

Calmada el hambre, que ávida devora,

Evandro dijo así: «No rito vano,

No vil supersticion, despreciadora

De antiguos dioses, fué, huésped troyano,

Quien el solemne altar que ves ahora

Y estas mesas alzó por nuestra mano;
Fué justa gratitud: piadoso culto
Rendimos, salvos ya de fiero insulto.

 

XXXVIII.

«¿Ves esa roca en peñas sustentada

Y tanta piedra en torno desparcida,

Y desierta del monte la morada?
¿El estrago no ves que en su avenida
Hicieron recias moles? Tu mirada
Contempla la recóndita guarida,

El antro hondo de quien huésped era

Caco, mitad humano, mitad fiera.

 

XXXIX. [195]

«No visitó su lóbrego recinto

El sol: siempre de víctimas recientes

Estaba el suelo con la sangre tinto;

Y en las puertas terríficas pendientes
Gustaba ver su criminal instinto
Torvas cabezas. De su boca ardientes
Humos lanzaba, de Vulcano prole

El monstruo, al menear su inmensa mole.

 

XL.

«Trayéndonos, al fin, un sér divino,

El tiempo coronó nuestro deseo:

Máximo vengador, despues que al trino

Geríon humilló, con el trofeo

Riquísimo ufanado, Alcídes vino

Rigiendo en victorioso pastoreo

Ganado hermoso, y vímosle guialle

A par de este almo rio, en este valle.


 
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