Aldo Manucio es una de las personalidades más significativas del Humanismo durante el siglo XV y la primera parte del XVI. Desarrolló una labor polifacética buscando la más extensa difusión de los autores clásicos griegos y latinos, y en él se conjugan la figura del maestro con la del impresor. Nació en torno a 1450 en una localidad del ducado de Sermonetta, en Bassiano, situada a unos 60 kms. al sureste de Roma. Estudió latín en Roma y griego en Ferrara, donde fue alumno de Guarini. Entre los alumnos a quienes enseñó se contaba Giovanni Pico de la Mirándola, cuya confianza ganó hasta tal extremo que acabó siendo preceptor de dos de sus sobrinos, Alberto y Lionello Pío, príncipes de Carpi. Llevado por el afán de enseñar con textos adecuados, en sociedad con Pietro Francesco Barbarigo y Andrea Torresano el Viejo (contrajo matrimonio con la hija de éste en 1505), y con el patrocinio del citado príncipe Alberto de Carpi, puso en marcha un taller de impresión en Venecia, bien por la capacitación de los técnicos necesarios radicados en tal ciudad, bien por disponer ésta de bibliotecas adecuadas a su propósito: el cardenal Bessarión, tras la caída de Constantinopla en 1453, empleó muchísimos recursos en la adquisión de unos 800 manuscritos, la mayoría escritos en griego, procedentes de distintos lugares de Grecia, que legó a Venecia en razón del lugar y del prestigio tan destacados de que gozaban la artes y la cultura.
Ahora bien, con tener la ‘materia prima’ necesaria para sus propósitos no estaban resueltas todas las dificultades, pues había que proceder a la lectura de los manuscritos, y ésta debía ser lo más rigurosa posible. El conocimiento del griego y del latín que poseía Aldo Manucio le llevó a emprender la tarea, en un principio, en solitario, pero, cuando el negocio fue cada vez más creciente, precisó de la ayuda de otros colaboradores, para lo cual ideó la creación de una academia cuyos componentes se dedicaran a la tarea filológica de leer y depurar los manuscritos; a dicha asociación se la dio en llamar “Aldi Neacademia” y, entre sus miembros, figuraron destacadas personalidades de la época en el ámbito intelectual, como Andrea Navagero, Pietro Bembo, Janus Láscaris, Marco Musuro y se sabe que también recibió ayudas esporádicas de Erasmo de Rotterdam. La tarea impresora de Aldo comienza a partir de 1484 y fue ingente: de sus talleres salieron ediciones de Aristóteles, Aristófanes, Esopo, Eurípides, Heródoto, Homero, Jenofonte, Luciano, Píndaro, Plutarco, Sófocles, Teócrito, Tucídides, y otros más; en buena parte, se trata de las primeras impresiones de esos autores y lo estaban tras leer concienzudamente manuscritos antiguos, en muchos casos inéditos.
El encargado de los tipos griegos fue Francesco Griffo, quien, imitando el trazado de los manuscritos, diseñó una letra cursiva que, como ellos, presenta numerosas ligaduras y abreviaturas. A partir de 1501, comenzó la labor de difusión de obras de autores clásicos latinos, y su técnica rompió con los esquemas editoriales seguidos hasta entonces: el folio o el cuarto eran los formatos más corrientes, pero en esta nueva empresa Aldo empezó a imprimir en octavo, pudiendo considerarse, por tanto, como el pionero de las hoy conocidas como ‘ediciones de bolsillo’; de este modo, comenzando por Virgilio, fueron viendo la luz los textos de Catulo, César, Cicerón, Horacio, Juvenal, Lucano, Lucrecio, Marcial, Ovidio, Persio, Valerio Máximo, y otros muchos más. Lo práctico y ‘barato’, en comparación con las ediciones al uso, de estas publicaciones hizo que tuvieran una difusión, en muchos casos, desconocida hasta entonces. Una secuela de la misma fue que, al abrigo del posible negocio que se vislumbraba, proliferaran ediciones piratas de las mismas, que, en particular, se centraron en Lyón. Aldo Manucio murió en 1515. Las obras salidas de su taller fueron ampliamente usadas en la formación de los estudiantes por la calidad de su continente y por el esmero que ponía en su contenido.
Esta obra es la editio princeps de todo Platón, el famoso filósofo griego que vivió entre el año 427 y el 347 a.C.: hasta entonces, sólo se disponía de la versión latina de Marsilio Ficino (1484). Fue el texto canónico durante más de trescientos años y una de las producciones más importantes de la tipografía aldina. En el incipit de la misma, destaca la marca que Aldo adoptó como emblema en sus obras de impresión: un delfín enroscado en un ancla; además, el título aparece en letras capitales en griego y en latín (ΑΠΑΝΤΑ ΤΑ ΤΟΥ ΠΛΑΤΩΝΩΣ – OMNIA PLATONIS OPERA) y, en la cabecera, aparecen manuscritos datos sobre la procedencia del presente ejemplar: “De la librería de Franc. de Murcia” y, bajo el título original, el nombre del que en alguna ocasión quizá fue su propietario: “F. Octauij Pacati”; a continuación, se puede leer una dedicatoria de tres páginas al papa León X (Giovanni de Medici); Aldo sitúa a continuación, en una página, la relación de las obras de Platón siguiendo el catálogo de Trásilo (I d.C.) según lo transmite Diógenes Laercio (s. III d.C., en su obra Vida y opiniones de filósofos, III 57-62); después, pueden leerse en griego una serie de cien de dísticos elegíacos que Marco Musuro dedica también al citado papa, en donde está transmitido ese anhelo que guía a los humanistas en busca del conocimiento del saber de los griegos; y le sigue un índice con el contenido de la presente obra. Después de él, para que el lector conozca datos biográficos sobre Platón, Aldo ofrece íntegros los capítulos que Diógenes Laercio dedica a Platón en la obra citada anteriormente (III 1-109).
A partir de ese momento es cuando comienza la edición de la obra platónica. En realidad, aunque aparece toda ella agrupada en un solo ejemplar, debió publicarse en dos volúmenes distintos, como lo prueba la numeración original presente al final de Menéxeno y al comienzo de República: en esta obra vuelve a iniciarse desde el número 1. En la relación de las obras de Platón que publica Aldo aparecen incluso algunas que son consideradas apócrifas; así, unánimamente lo son Axíoco, Sobre la justicia, Sobre la virtud, Demódoco, Sísifo, Definiciones, Erixias y Definiciones; hay serias dudas acerca de Alcibíades I yII, Hiparco, Teages, Minos, Epínomis, Clitofonte y casi todas las Epístolas; y se discute la autoría de Hipias Mayor, Ión y Menéxeno. Aldo, ajeno a este debate, ofrece el texto griego tomando como fuente lo que autores griegos de la Antigüedad asumían como el conjunto de la obra platónica. En el colofón de este impreso, podemos leer lo siguiente: “Venetiis in aedib. Aldi et Andreae soceri mense septembri M.D.XIII”; y, en el reverso de esta página, vuelve a reproducirse el emblema citado de la imprenta de Aldo.
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